sábado, 11 de diciembre de 2010

Rox III

Llevo ya casi un mes de trabajo en la pastelería, pronto me darán mi paga y estoy ansiosa porque me he esforzado realmente.
Me han tomado tanto aprecio que el pastelero me da a probar todo lo que hace para que yo le dé el visto bueno. Me alegra que mi trabajo funcione bien.
No he visto a Sarah desde hace tres días, pero la última vez fuimos a cenar a un lugar italiano. Las pastas son tan buenas que pedí dos platos. Sarah parecía dichosa esa noche.
Tendré que decirle a mamá que se fije cuando lave la ropa, porque mi delantal parece haberse encogido también, mispechos quedan apretados en la parte de arriba y es difícil darle la vuelta a mi cadera para atarlo.

-Hija, la cena está lista.
Me senté con ánimos al comedor. ¡Que delicia, tacos!
-Roxy, ¿no has ido a  trotar en estos días?
Preguntí mamá observándome de una manera extraña.
-¿Eh? No, con el trabajo no he tenido tiempo.
-Sí, si... Eso veo.
Se levantó de la mesa y se fue a su cuarto.
Terminé por comerme cuatro raciones. Mi pantalón apretaba demasiado, aflojé la correa y suspiré. Había olvidado decirle a mamá sobre el lavado. Se lo diría en la mañana, ahora me apetecía tirarme en la cama a descansar.
Subí las escaleras hacia mi cuarto y suspiré, mientras me dejaba caer en la cama. Las tablas crujieron un poco. Esa cama ya estaba muy vieja.
Me di la vuelta y estiré los brazos, la camisa que llevaba se levantó un poco en mi vientre y recordé que llevaba más de un mes sin pesarme y era cierto, no había ido al gimnasio, debía comenzar a regular lo que comía si no quería engordar.
Me levanté y me paré sobre la váscula. Casi lanzo un grito. Me bajé para ver si estaba descompuesta, volví a subir. No, era lamentable, pero no era un error. La báscula marcaba 67 kilos.
¡Había subido 12 kilos en un mes!
Corrí al espejo de mi habitación. Sí... Sí... Era horrible pero cierto y no lo había visto.
Mi rostro se volvía algo redondeado, mis brazos ya no eran firmes, mi cintura se había hecho considerablemente más ancha, mis caderas habían crecido, haciendo que mi jean apretara hasta dejar marcas y que mi vientre sobresaliera del talle, dejando al aire una lonja de grasa que si saltaba rebotaba un poco. Además, los botones de la camisa apretaban, mis pechos parecían a punto de salirse y la camisa se había alzado, obligada por mi vientre. Mi trasero se veía enorme y mis muslos no estaban para nada firmes.
Estuve a punto de echarme a llorar... Pero Sarah llegó en ese momento. No quería que me viera, pero entró a mi cuarto.
-¿Por qué esa cara?
Me preguntó mientras dejaba una bolsa de dulces sobre la mesa.
Me miré al espejo y luego la miré a ella con desconsuelo. Ella lo comprendió.
-No seas tonta, estás hermosa.
Fue hacia mí con paso decidido y metió sus manos dentro de mi camisa, recorrió mi espalda y mi abdomen. Cuando llegó abajo del ombligo tomó la lonja con su mano y apretó con fuerza. Por alguna razón, aquello me hizo temblar.
Me estampó un beso en la boca, mientras sus manos me desabotonaban la camisa y luego me desabrochaban el pantalón, me snetía libre mientras ella le daba golpecitos a mi cuerpo, como evaluando su no-firmeza.
Sonrió compacida mientras me pasaba las manos por mis senos. Yo solté un gemido ahoago. Ella sonrió mientras me desabrochaba el sostén y me besaba el cuello.
Bajó con su boquita hasta mi vientre y lo mordió, jugueteando.
Luego comenzó a desvestirse, sus manos se movían con rapidez.
-No te preocupes, vas en camino a ser la mujer más hermosa del mundo.
En ese momento no me comprendí muy bien, pero no me iportó, nos metimos bajo las sábanas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario